TEMA: EL HOMBRE
CRISTIANO
I. LAS REFERENCIAS ESENCIALES
Un cristiano es
por definición un miembro de la comunidad eclesial que reconoce a Cristo como
el Mesías, el Señor e Hijo de Dios y acepta el reto de vivir al estilo de
Jesús.
Para el cristiano
la muerte es el encuentro amoroso con el Dios Padre que nos ama y la
resurrección como signo y garantía de futuro de vida y de plenitud. Miembro de
un pueblo nuevo, formado por todos los hombres que, con independencia de raza,
color y cultura, confiesan a Cristo y se dejan guiar por su Espíritu.
La iglesia es
parte esencial a la identidad del cristiano. A ella se le confiado el Espíritu
del Señor. Ella encarna institucionalmente la verdad del Evangelio que desborda
a cada individuo. Es la comunidad total a través de todos sus actos e
instituciones la que transmite la memoria viva y activa de Jesucristo. Creer y
esperar sólo se puede en comunidad.
La identidad
cristiana sólo surge y perdura en la medida en que los demás creyentes nos
acogen en diálogo, nos confirman en nuestra fe, la ensanchan, critican y así la
hacen católica.
II. LAS DIMENSIONES DEL
HOMBRE CRISTIANO
1.- El cristiano es un
ser espiritual por naturaleza: Porque se ha
abierto a aquel orden de la realidad que supera el orden animal, instintivo, en
el que se percibe aquella fuerza nueva que llamamos espíritu y que hace al
hombre consciente de no agotarse en el mundo de lo material, poder desbordarlo
y poseerlo mediante el conocimiento y la acción. Lo contrario sería el hombre
exterior, derramado en el mundo de la inmediatez, disperso entre la multitud de
las cosas, superficial, interesado, dominador, preso de sí mismo.
2. - El cristiano es un
ser religioso por naturaleza: Es quien ha
desbordado la totalidad de lo real finito para abrirse al Absoluto. Al abrirse
a la trascendencia, el cristiano comprende desde la ultimidad de su corazón que
lo humano no es el criterio último de lo real. Comprende sobre todo que ese
Absoluto, percibido como misterio con rostro personal, es la raíz, el sentido y
la meta de nuestra existencia personal, y que, por tanto, sólo desde él y
caminando hacia él puede el hombre lograr su plenitud.
El cristiano es
el hombre que ha descubierto a Dios. Es decir, ha descubierto que existimos
desde un origen amoroso, que el fundamento de la realidad es una trascendencia
personal, y que toda nuestra vida se orienta como a su destino en un futuro
perfecto, que llamamos salvación.
3. - El cristiano es un
ser creyente por naturaleza: Porque, desde
esa capacidad de apertura al Absoluto y de percepción de sus huellas en el
mundo cósmico, en el propio corazón y en la historia humana, ha recogido su
palabra, le ha dado crédito, ha consentido a sus exigencias e intenta
realizarlas en la vida. A la revelación de Dios en la historia llamando al
hombre, responde el hombre invocando a Dios. El cristiano descubre esa
revelación especial de Dios en la historia de un pueblo concreto, que se ha
comprometido a sí mismo como resultado de la elección de ese Dios y se ha
vivido para ser signo de su presencia y su salvación en el mundo.
Pero sobre todo
reconoce la revelación de Dios en el rostro personal de Cristo, que se
convierte así en lugar de encuentro de Dios con los hombres, asumiendo y
participando su destino, y en lugar de encuentro del hombre con Dios,
participando de su vida. El cristiano se denomina desde Jesucristo, se nombre
por él, se entrega a él, y es "de él". La personalidad histórica, su
evangelio, el destino y muerte, y la persona del Jesús viviente a partir de la
resurrección son los puntos de referencia y el fundamento de la fe del
cristiano.
4. - El cristiano es un
ser eclesial por naturaleza: Jesús sólo llega
a los hombres por la palabra apostólica que resuena desde el exterior y por la
acción del Espíritu que nos lo notifica en el interior. Y los apóstoles y el
Espíritu Santo nos convocan no a la soledad sino a la compañía de los
creyentes, a la “comensalidad eucarística”, a la comunión de vida, y a la
reciprocidad de los servicios. La comunidad eclesial es el lugar donde el
hombre tiene acceso a la experiencia cristológica, y en ella acceso a la
experiencia misma de Dios.
Quien no perdura
referido a la comunión de los hermanos terminará por olvidar la palabra de
Cristo y por desconocer el Espíritu de Cristo; y sin el Espíritu de Cristo no
sabrá de verdad si los hombres podemos atrevernos a llamar a Dios Padre, a
invocarle como hijos, a morir en su presencia y a confiar en sus manos nuestro
espíritu.
5. - El cristiano es un
ser histórico por naturaleza: Vive su fe
referida al presente, al presente de Cristo vivo hoy y al presente de sus
hermanos los hombres. El hoy de Dios es hoy de gracia y exigencia, una llamada
a la respuesta permanente en orden a hacer presente el Reino de Dios. El
cristiano, al asumir el destino de Jesucristo como su forma de existencia,
asume el destino de sus hermanos en solidaridad y no podrá expresar su
agradecimiento a Dios por la gracia diaria que de él le llega si no es mediante
la creación de gracia en favor de sus hermanos: superación de todo lo negativo
que frena, debilita, niega al hombre, por un lado, y, por otro, afirmación de
todo lo que es benevolencia, fraternidad, liberación, esperanza, futuro y
gracia.
6. - El cristiano es un
ser escatológico por naturaleza: Vive
fundamentalmente de esperanza. El futuro le descubrirá el misterio de Dios, y
con él se le descubrirá su propio misterio. Cuando Dios sea todo en todos y nos
revele nuestro hombre nuevo, entonces sabremos cuál es nuestra definitiva
verdad, detrás de la que ahora vamos, sospechándola más que conociéndola. El
cristiano vive en el presente su fe dando crédito a Dios que ha sido fiel y
seguirá siendo fiel; dando crédito a sus promesas. Por eso se siente libre en
el mundo. Su fe no se agosta aquí en sus acciones y posesiones, ni en el aquí
ni en el ahora, avanza hacia la muerte no como hacia la frontera de la nada,
sino hacia el encuentro con Dios que libera y salva definitivamente.
III. LOS TRES
FUNDAMENTOS DE LA ACTITUD CRISTIANA
1. - El reconocimiento
de Dios como Padre: Como fuente
personal de nuestra libertad, de nuestra vida y de nuestra duración,
manifestado en la historia del pueblo elegido y de manera total y definitiva en
la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Frente a él está el cristiano en una actitud
de fe, es decir, de adoración, obediencia, confianza y amor.
2. - La confesión de
Jesús de Nazaret: Como aquel en quien Dios se
nos ha dicho y se nos ha dado, en quien encontramos descifrada inicialmente la
clave de nuestro destino. Esa presencia nueva e incomparable de Dios en Jesús
siendo nuestra salvación, el cristiano la describe afirmando de él que es el
Mesías, y que Dios reconcilia y justifica a los que le reconocen y se
identifican con su destino de Hijo y de Mesías crucificado.
La fe y el
bautismo en su nombre son la expresión pública de nuestra adhesión a él,
reconociéndolo como fundamento de nuestra existencia y condición para que ella
se logre y no se malogre.
3. - La experiencia del
Espíritu de Jesús: Que nos hace sentir ya en
este mundo la fuerza transformadora que nace de su confesión, que nos abre al
misterio mismo de Dios y nos arranca de la sucesión temporal, haciéndonos
participar de esa forma de vida suya que llamamos eterna.
Ese Espíritu es
quien nos atestigua con poder y evidencia interiores que Jesús vive, que
nosotros estamos llamados a la vida, y que fuera de él impera el reino de las
tinieblas. Ese Espíritu nos invita a entrar y a formar parte del reino de la
luz. Ese Espíritu nos hace Iglesia para ser engendrados en la fe. La fe es una nueva existencia y nadie se
engendra a sí mismo. La fe con que creemos es el primer don de Dios a nuestra
vida; don que sigue manteniendo con su gracia (no es fuerza o decisión
nuestra).
Espíritu
respecto del cual tenemos una actitud de fidelidad, receptividad y acogida. Ese Espíritu es la nueva ley del cristiano la
que le impera y le capacita para obrar; la que le hace libre a la vez que
servidor de sus hermanos, la que redime su libertad para que, liberada de los
poderes de la carne -sobre todo de la muerte-, pueda ejercerse como alabanza a
Dios y como donación generosa a los hermanos; reviviendo así el destino de Cristo
que no retuvo su dignidad y no hizo de su libertad de Hijo un privilegio para
desobedecer o no solidarizarse sino para vivir en filial obediencia y en
fraternal solidaridad.
IV CÓMO SE VIVENCIA EL
CRISTIANO A SÍ MISMO
El hombre así
identificado desde Dios a la luz de Cristo, por la fuerza de su Espíritu, se
siente un hombre nuevo; más aún, se siente por primera vez y en verdad hombre.
Por ello necesitará asumir todas aquellas actitudes fundamentales y
comportamientos concretos a través de los cuales consolide, afiance, explicite
y comunique a los demás el nuevo ser que tiene desde Cristo. La identidad
cristiana se ha de expresar y verificar mediante la recreación de proyectos
creadores de gracia en la sociedad. El hombre cristiano muestra así que él es
consciente de que vive de gracia, de tener libertad desde Dios y de estar
comprometido en la liberación real de los otros.
La identidad
cristiana, por tanto, se verifica cuando se explicita en la búsqueda de la
verdad para todos, en la acción de la justicia con todos, en la creación de
libertad, en la realización anticipada de nuestra esperanza -recreando la
esperanza donde hay desesperación o desesperanza-, en la oferta personal y
personalizada de amor.
ACTIVIDAD EN EL CUADERNO:
1. REALIZAR MAPA CONCEPTUAL DEL TEXTO ANTERIOR
2. REFLEXIONA Y CONTESTA...
A. Determina que
elementos te han parecido nuevos y merecen ser compartidos en el grupo
B. Lee Hechos 2,
38 – 47 y manifiesta que características comprenden al tipo de cristiano que
aquí manifestamos.
C. Qué
fundamentos te permiten constatarte como un cristiano coherente
D. Comparte una
satisfacción personal que hayas tenido de sentirte cristiano.
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