sábado, 10 de octubre de 2015

LA CONCIENCIA CRISTIANA (ACTIVIDAD PARA SER REVISADA 16 OCTUBRE)

TEMA: EL HOMBRE CRISTIANO

 I. LAS REFERENCIAS ESENCIALES

Un cristiano es por definición un miembro de la comunidad eclesial que reconoce a Cristo como el Mesías, el Señor e Hijo de Dios y acepta el reto de vivir al estilo de Jesús.

Para el cristiano la muerte es el encuentro amoroso con el Dios Padre que nos ama y la resurrección como signo y garantía de futuro de vida y de plenitud. Miembro de un pueblo nuevo, formado por todos los hombres que, con independencia de raza, color y cultura, confiesan a Cristo y se dejan guiar por su Espíritu.

La iglesia es parte esencial a la identidad del cristiano. A ella se le confiado el Espíritu del Señor. Ella encarna institucionalmente la verdad del Evangelio que desborda a cada individuo. Es la comunidad total a través de todos sus actos e instituciones la que transmite la memoria viva y activa de Jesucristo. Creer y esperar sólo se puede en comunidad.

La identidad cristiana sólo surge y perdura en la medida en que los demás creyentes nos acogen en diálogo, nos confirman en nuestra fe, la ensanchan, critican y así la hacen católica.

II. LAS DIMENSIONES DEL HOMBRE CRISTIANO

1.- El cristiano es un ser espiritual por naturaleza: Porque se ha abierto a aquel orden de la realidad que supera el orden animal, instintivo, en el que se percibe aquella fuerza nueva que llamamos espíritu y que hace al hombre consciente de no agotarse en el mundo de lo material, poder desbordarlo y poseerlo mediante el conocimiento y la acción. Lo contrario sería el hombre exterior, derramado en el mundo de la inmediatez, disperso entre la multitud de las cosas, superficial, interesado, dominador, preso de sí mismo.

2. - El cristiano es un ser religioso por naturaleza: Es quien ha desbordado la totalidad de lo real finito para abrirse al Absoluto. Al abrirse a la trascendencia, el cristiano comprende desde la ultimidad de su corazón que lo humano no es el criterio último de lo real. Comprende sobre todo que ese Absoluto, percibido como misterio con rostro personal, es la raíz, el sentido y la meta de nuestra existencia personal, y que, por tanto, sólo desde él y caminando hacia él puede el hombre lograr su plenitud.

El cristiano es el hombre que ha descubierto a Dios. Es decir, ha descubierto que existimos desde un origen amoroso, que el fundamento de la realidad es una trascendencia personal, y que toda nuestra vida se orienta como a su destino en un futuro perfecto, que llamamos salvación.

3. - El cristiano es un ser creyente por naturaleza: Porque, desde esa capacidad de apertura al Absoluto y de percepción de sus huellas en el mundo cósmico, en el propio corazón y en la historia humana, ha recogido su palabra, le ha dado crédito, ha consentido a sus exigencias e intenta realizarlas en la vida. A la revelación de Dios en la historia llamando al hombre, responde el hombre invocando a Dios. El cristiano descubre esa revelación especial de Dios en la historia de un pueblo concreto, que se ha comprometido a sí mismo como resultado de la elección de ese Dios y se ha vivido para ser signo de su presencia y su salvación en el mundo.

Pero sobre todo reconoce la revelación de Dios en el rostro personal de Cristo, que se convierte así en lugar de encuentro de Dios con los hombres, asumiendo y participando su destino, y en lugar de encuentro del hombre con Dios, participando de su vida. El cristiano se denomina desde Jesucristo, se nombre por él, se entrega a él, y es "de él". La personalidad histórica, su evangelio, el destino y muerte, y la persona del Jesús viviente a partir de la resurrección son los puntos de referencia y el fundamento de la fe del cristiano.

4. - El cristiano es un ser eclesial por naturaleza: Jesús sólo llega a los hombres por la palabra apostólica que resuena desde el exterior y por la acción del Espíritu que nos lo notifica en el interior. Y los apóstoles y el Espíritu Santo nos convocan no a la soledad sino a la compañía de los creyentes, a la “comensalidad eucarística”, a la comunión de vida, y a la reciprocidad de los servicios. La comunidad eclesial es el lugar donde el hombre tiene acceso a la experiencia cristológica, y en ella acceso a la experiencia misma de Dios.

Quien no perdura referido a la comunión de los hermanos terminará por olvidar la palabra de Cristo y por desconocer el Espíritu de Cristo; y sin el Espíritu de Cristo no sabrá de verdad si los hombres podemos atrevernos a llamar a Dios Padre, a invocarle como hijos, a morir en su presencia y a confiar en sus manos nuestro espíritu.

5. - El cristiano es un ser histórico por naturaleza: Vive su fe referida al presente, al presente de Cristo vivo hoy y al presente de sus hermanos los hombres. El hoy de Dios es hoy de gracia y exigencia, una llamada a la respuesta permanente en orden a hacer presente el Reino de Dios. El cristiano, al asumir el destino de Jesucristo como su forma de existencia, asume el destino de sus hermanos en solidaridad y no podrá expresar su agradecimiento a Dios por la gracia diaria que de él le llega si no es mediante la creación de gracia en favor de sus hermanos: superación de todo lo negativo que frena, debilita, niega al hombre, por un lado, y, por otro, afirmación de todo lo que es benevolencia, fraternidad, liberación, esperanza, futuro y gracia.

6. - El cristiano es un ser escatológico por naturaleza: Vive fundamentalmente de esperanza. El futuro le descubrirá el misterio de Dios, y con él se le descubrirá su propio misterio. Cuando Dios sea todo en todos y nos revele nuestro hombre nuevo, entonces sabremos cuál es nuestra definitiva verdad, detrás de la que ahora vamos, sospechándola más que conociéndola. El cristiano vive en el presente su fe dando crédito a Dios que ha sido fiel y seguirá siendo fiel; dando crédito a sus promesas. Por eso se siente libre en el mundo. Su fe no se agosta aquí en sus acciones y posesiones, ni en el aquí ni en el ahora, avanza hacia la muerte no como hacia la frontera de la nada, sino hacia el encuentro con Dios que libera y salva definitivamente.

III. LOS TRES FUNDAMENTOS DE LA ACTITUD CRISTIANA
1. - El reconocimiento de Dios como Padre: Como fuente personal de nuestra libertad, de nuestra vida y de nuestra duración, manifestado en la historia del pueblo elegido y de manera total y definitiva en la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.  Frente a él está el cristiano en una actitud de fe, es decir, de adoración, obediencia, confianza y amor.

2. - La confesión de Jesús de Nazaret: Como aquel en quien Dios se nos ha dicho y se nos ha dado, en quien encontramos descifrada inicialmente la clave de nuestro destino. Esa presencia nueva e incomparable de Dios en Jesús siendo nuestra salvación, el cristiano la describe afirmando de él que es el Mesías, y que Dios reconcilia y justifica a los que le reconocen y se identifican con su destino de Hijo y de Mesías crucificado.
La fe y el bautismo en su nombre son la expresión pública de nuestra adhesión a él, reconociéndolo como fundamento de nuestra existencia y condición para que ella se logre y no se malogre.

3. - La experiencia del Espíritu de Jesús: Que nos hace sentir ya en este mundo la fuerza transformadora que nace de su confesión, que nos abre al misterio mismo de Dios y nos arranca de la sucesión temporal, haciéndonos participar de esa forma de vida suya que llamamos eterna.

Ese Espíritu es quien nos atestigua con poder y evidencia interiores que Jesús vive, que nosotros estamos llamados a la vida, y que fuera de él impera el reino de las tinieblas. Ese Espíritu nos invita a entrar y a formar parte del reino de la luz. Ese Espíritu nos hace Iglesia para ser engendrados en la fe.  La fe es una nueva existencia y nadie se engendra a sí mismo. La fe con que creemos es el primer don de Dios a nuestra vida; don que sigue manteniendo con su gracia (no es fuerza o decisión nuestra).

Espíritu respecto del cual tenemos una actitud de fidelidad, receptividad y acogida.  Ese Espíritu es la nueva ley del cristiano la que le impera y le capacita para obrar; la que le hace libre a la vez que servidor de sus hermanos, la que redime su libertad para que, liberada de los poderes de la carne -sobre todo de la muerte-, pueda ejercerse como alabanza a Dios y como donación generosa a los hermanos; reviviendo así el destino de Cristo que no retuvo su dignidad y no hizo de su libertad de Hijo un privilegio para desobedecer o no solidarizarse sino para vivir en filial obediencia y en fraternal solidaridad.

IV CÓMO SE VIVENCIA EL CRISTIANO A SÍ MISMO
El hombre así identificado desde Dios a la luz de Cristo, por la fuerza de su Espíritu, se siente un hombre nuevo; más aún, se siente por primera vez y en verdad hombre. Por ello necesitará asumir todas aquellas actitudes fundamentales y comportamientos concretos a través de los cuales consolide, afiance, explicite y comunique a los demás el nuevo ser que tiene desde Cristo. La identidad cristiana se ha de expresar y verificar mediante la recreación de proyectos creadores de gracia en la sociedad. El hombre cristiano muestra así que él es consciente de que vive de gracia, de tener libertad desde Dios y de estar comprometido en la liberación real de los otros.

La identidad cristiana, por tanto, se verifica cuando se explicita en la búsqueda de la verdad para todos, en la acción de la justicia con todos, en la creación de libertad, en la realización anticipada de nuestra esperanza -recreando la esperanza donde hay desesperación o desesperanza-, en la oferta personal y personalizada de amor.

ACTIVIDAD EN EL CUADERNO:
1. REALIZAR MAPA CONCEPTUAL DEL TEXTO ANTERIOR
2. REFLEXIONA Y CONTESTA...

      A. Determina que elementos te han parecido nuevos y merecen ser compartidos en el grupo

      B. Lee Hechos 2, 38 – 47 y manifiesta que características comprenden al tipo de cristiano que aquí manifestamos.

      C. Qué fundamentos te permiten constatarte como un cristiano coherente


      D. Comparte una satisfacción personal que hayas tenido de sentirte cristiano.

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